Leaping Lemmings [Reseña nº 23]

Leaping Lemmings es un juego de 2 a 6 jugadores, diseñado por John Poniske y Rick Young publicado por GMT en inglés americano pero con escasa dependencia del idioma, de duración variable que ronda los 15 minutos por jugador.
Leaping Lemmings


Los leminos (o Lemmini) son una especie de roedores miomorfos, denominados comúnmente lemmings. Del tamaño de un ratón de campo, son más gordos y redondos que sus primos lejanos. De corta cola, esta es apenas distinguible bajo el tupido pelo pardo que los cubre.  Habitan en tundras, en la taiga y en las praderas árticas, en el norte del continente americano. También se dejan ver por las regiones de Eurasia y norte de Noruega. 

Sin menospreciar la oportunidad de llevarse a la boca la proteína que proporciona un insecto o una larva, el lemming tiene como dieta principal hierbas, raíces y líquenes, que prioritariamente comerá en la seguridad que le proporciona su madriguera bajo tierra, pues solo en esta se siente seguro este inofensivo animal.
 
De corto ciclo de reproductivo, la gran fertilidad de sus hembras provoca periódicas explosiones demográficas cada cierto tiempo, que son reguladas en parte, por la actuación de depredadores locales o por la escasez de alimentos.

El "suicidio" de los lemmings

Existe la leyenda cultural que los lemmings se suicidan en masa arrojándose desde el borde de acantilados o en las riberas de los ríos. De esta manera aligeran el peso de la colonia en miles de individuos, como parte de una autorregulación intrínseca del control de población de la especie.
Pero ¿Puede una especie estar programada genéticamente para el suicidio en masa? Pese al tétrico romanticismo que este mito despierta, la comunidad científica rechaza de plano un comportamiento donde una especie se suicida en masa por altruismo biológico, pues no existe hecho alguno que lo respalde.
Existe la explicación más o menos consensuada en la cual, en épocas de bonanza alimentaria, la especie registra un ciclo reproductivo más elevado que desencadena una explosión demográfica multiplicando por 30 el rango de población respecto a sus niveles habituales. Esto provoca que la situación se vuelva insostenible en cuanto este periodo de abundancia retorne a estadios normales o se vuelva recesivo.
Es cuando la escasez de alimentos se hace patente, cuando la situación de la colonia se vuelve insostenible y cuando miles de individuos devengan un comportamiento migratorio en la búsqueda de nuevos lugares donde no morir de hambre.En consecuencia, los lemmings se agrupan e inician un largo peregrinaje. En esta emigración que conlleva el recorrer grandes distancias, se encuentran con las dificultades de la orografía como ríos o acantilados. Los lemmings en un afán nato por superar estos accidentes geográficos, se lanzan instintivamente para salvarlos y gran número de ellos mueren en el intento. Pero no se trata de un suicidio masivo propiamente dicho.
Nota: Los lemmings adquirieron cierta fama el terreno de los videojuegos, debido al tema de uno lleva el mismo nombre. En él, el jugador debe salvar del suicidio a una colonia de muñecos llamados también “Lemmings”, sacrificando algunos individuos.

Componentes


Leaping Lemmings narrar el mito de estas simpáticas criaturas. Los jugadores tienen la tarea de culminar el suicidio colectivo de la tupida colonia que gestiona (10 lemmings). Cada suicidio otorga puntos de victoria (PV), aunque no todos los suicidios tienen el mismo valor, aquellos saltos al vacío mas espectaculares (de mayor longitud), serán los premiados con la mayor puntuación. Para ello los lemmings tendrán que sortear el acecho de dos hambrientas águilas insaciables. Durante el recorrido a su fatal destino, estas criaturas tendrán puntos de salvaguarda y podrán obtener los alimentos dispersos por el tablero, que podrán ser útiles PV o favores canjeables en momentos puntuales del juego.

El juego tiene una base muy sencilla. Primero los jugadores gestionan por turnos las acciones de las águilas mediante el lanzamiento de dos dados, cada una de estas águilas se encarga de acechar una zona de caza del tablero. El objetivo de las águilas no es otro que dar caza a sabrosos lemmings con el noble objetivo de alimentarse (vamos, eliminarlos del juego).  Esta acción está condicionada por el jugador que gestiona el movimiento, ya que bajo su mando las águilas se coman o bloqueen el movimiento de los lemmings ajenos, favoreciendo los propios intereses.  
Águila acechando su zona de caza

Las dos águilas del tablero son el verdadero escollo que separa al lemming del su inevitable infortunio y que el inevitable suicidio puntúe lo máximo posible, que es de lo que se trata. Cada suicidio consumado puntuará en una horquilla de PV que oscila entre 1 y 5. Esta horquilla valora cuantos puntos de movimiento sobran una vez el bicho ha saltado al vacío.

Cuando las águilas hayan ejecutado su acción, una carta azarosa dicta la cantidad de hexágonos que se desplazará un lemming de cada jugador. Los jugadores solo podrán elegir uno entre los posibles de su colonia con opción a ello, ya que se puede dar el caso que por estar bajo una pila de lemmings este no pueda moverse. El elegido está obligado a realizar íntegramente su movimiento con la restricción de que solo puede avanzar y como mucho, podrá moverse transversalmente una vez.
Carta de movimiento rango entre 2 y 5

El juego hasta aquí parece sencillo... hasta que se desvela que “no todo el monte es orégano”. Bajo un tema de extrema candidez y un arte que invita a ello, Leaping Lemmings oculta una serie de minireglas que alambican la naturalidad del juego, que lo ubica en “tierra de nadie” entre un juego de corte familiar y otro con más enjundia.

Estas minireglas exigen una atención añadida para jugar correctamente y aunque todas ellas tengan una base lógica, se pierde fluidez de juego. No se puede cruzar una zona de caza donde esté un águila. Se puede apilar un número X de lemmings en un hexágono normal, pero un número Y en uno de arbusto. La comida recolectada se obtiene cuando se sale del hexágono, no cuando se llega. La dispersión cuando un águila ha cazado es un tanto engorrosa y está condicionada a la distancia de proximidad a zonas adyacentes. El cálculo en la bonificación del salto al vacío tiene su cosa (sobre todo cuando se añaden favores o acciones especiales de las cartas). Cuando un águila come, se tiene que voltear la ficha, en el siguiente movimiento hay que voltearla de nuevo, con el gasto de un punto de movimiento. La lista de pequeñas reglas incómoda inicialmente y hace que el juego no sea todo fluido que demanda en sus primeras partidas.


Aquí es donde se nos revela que Leaping Lemmings es táctico hasta el extremo. Las águilas se gestionan con dados, el movimiento de Lemmings mediante cartas al azar, las recompensas derivadas de capturar alimentos están ocultas, cada jugador tiene (desde el inicio de la partida) una serie cartas con acciones especiales que contradicen el reglamento. Este compendio de características hacen del juego un caos imposible de controlar y por ende, la planificación de cualquier estrategia una quimera.   

No obstante, la mecánica base es sólida, el tema es inversivo y el juego tiene todo para ofrecer diversión y cachondeo. En Leaping Lemmings el tema es lindo, el arte es adorable y el concepto básico tan simple que cualquiera con un mínimo de ganas puede entender si se es mínimamente receptivo a esas minireglas adicionales que complican la base. No más añadir que el juego está diseñado para 2-6 jugadores, siendo sin duda un claro caso de "cuantos más, mejor."

Personalmente me repelen aquellos juegos cuyo motor principal de acción es el azar y el mecanismo regulador es el caos incontrolable, dejando a la estadística el equilibrio entre las partes. Si además, estos dos conceptos se combinan formando la base troncal del juego, este adquiere todo lo necesario para ser rechazado de entrada. Pero con Leaping Lemmings uno se encuentra con la horma de su zapato, ante la excepción que confirma mi regla de mínimos. Es justo ese caos y azar lo que da vida al juego, es la base del divertimento entre los participantes.

Para el que suscribe este es un juego que no tiene ninguna mecánica afín a mis gustos, sin embrago la experiencia de juego me divierte. Este es justamente un caso en el que divertimento se impone a todas las pegas de diseño azarosas que le encuentro y hace que me guste jugarlo, aunque todo aquel que tiene la ventura de conocerme sabe de mi absurdo sentido del humor, de mi propio concepto de la diversión y de mi singular gusto por las cosas.


No teniendo más que añadir, sometemos la presente Reseña a la consideración de la Superioridad por si tiene a bien aprobarla.

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Notas: